La metadona pertenece a una clase de medicamentos conocidos como analgésicos opioides o narcóticos. Esta sustancia, similar a la heroína y la morfina, también tiene la capacidad de generar adicción. No obstante, su uso principal se centra en el tratamiento de adicciones, específicamente para personas con trastorno por consumo de heroína. La metadona se distribuye a través de programas especializados en tratamiento de adicciones, siendo una opción eficaz para quienes buscan superar su dependencia. Aun así, puede convertirse en una adicción en sí misma. Lo que lleva a preguntarnos, literalmente, si es peor el remedio que la enfermedad.

Metadona, tratamiento a la adicción

El programa de tratamiento con metadona (PTM) consiste en proporcionar a personas con trastornos de dependencia y abuso de opiáceos, de forma supervisada, un sustitutivo opiáceo controlado. El objetivo es mejorar la calidad de vida y facilitar un mayor ajuste personal, familiar y social. Este tratamiento es una alternativa terapéutica tanto para quienes tienen dependencia a los opiáceos como para la reducción de los riesgos y daños asociados, incluyendo narcóticos y heroína. Es un tratamiento de larga duración, que generalmente se extiende por más de 10 años y aún más.

A continuación, se detallan algunos beneficios de la metadona, tanto en el tratamiento de adicciones como en el alivio de dolores intensos:

  • Evita el síndrome de abstinencia

La metadona, al ser tomada por vía oral, llega al cerebro de manera gradual, lo que reduce la euforia y evita los síntomas de abstinencia. Como agonista opioide sintético, actúa sobre los receptores opioides del cerebro sin producir euforia, eliminando los signos de abstinencia y reduciendo el deseo intenso de consumir drogas. Esta administración lenta y controlada de la metadona ayuda a estabilizar a los pacientes, permitiéndoles evitar las fluctuaciones drásticas de ánimo y comportamiento asociadas con otros opioides.

  • Aliviar el dolor intenso y persistente

La metadona es especialmente útil en el tratamiento de dolores crónicos en pacientes que necesitan un analgésico opioide durante largos períodos. Es comúnmente utilizada en casos de cáncer y enfermedades terminales donde otras sustancias no son efectivas. Su capacidad para proporcionar un alivio continuo del dolor hace que sea una opción valiosa para aquellos que requieren una gestión del dolor a largo plazo, sin los picos de euforia que acompañan a otros opioides.

  • Vida más normalizada

La administración de metadona elimina los picos euforizantes y sedantes de la heroína, permitiendo a los pacientes llevar una vida más estable y normalizada. Este enfoque ayuda a los pacientes a participar activamente en la sociedad, mantener empleos y desarrollar relaciones saludables. Al recibir una dosis diaria bajo supervisión médica, los pacientes no necesitan buscar drogas varias veces al día, lo que reduce significativamente el comportamiento compulsivo asociado con la adicción a opioides.

Al estabilizar su condición, los pacientes pueden enfocarse en la recuperación y en reconstruir sus vidas, incluyendo la mejora de sus relaciones familiares y sociales y la participación en actividades que antes no eran posibles debido a la adicción.

  • Reducción de las infecciones

La administración oral de la metadona elimina el riesgo de infecciones como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o la hepatitis C, asociados a la inyección de heroína. Este beneficio es básico para mejorar la salud general de los pacientes y reducir la propagación de enfermedades infecciosas en la comunidad. Al  eliminar la necesidad de agujas, la metadona reduce otros riesgos asociados con el uso de equipos de inyección compartidos o no esterilizados, además de las ya mencionadas infecciones.

¿Peor el remedio que la enfermedad?

Aunque la metadona es un tratamiento efectivo para la adicción, también puede causar adicción, presentando diversos desafíos y riesgos que deben ser considerados antes empezar el consumo médico.

  • Efectos secundarios y dependencia psicológica

La metadona puede causar una variedad de efectos secundarios, tanto leves como graves. Entre los leves se encuentran dolores de cabeza, estómago y lengua, aumento de peso, boca seca, enrojecimiento de la piel, cambios de humor, problemas de visión y dificultades para conciliar el sueño. Estos síntomas, aunque son manejables, pueden afectar la calidad de vida del paciente. Sin embargo, los efectos secundarios más serios, como convulsiones, erupciones cutáneas, somnolencia extrema, agitación, alucinaciones, fiebre, confusión, temblores, espasmos musculares intensos, pérdida de coordinación, náuseas, vómitos, pérdida de apetito y dificultad para orinar, requieren atención médica inmediata y pueden ser indicativos de reacciones adversas graves.

Además de los efectos físicos, la metadona no elimina la dependencia psicológica. Los pacientes pueden seguir recordando los rituales y el contexto en el que consumían drogas, lo que puede desencadenar antojos psicológicos fuertes. Este condicionamiento psicológico puede hacer que ciertos entornos o situaciones sigan evocando el deseo de consumir drogas, los pacientes son vulnerables a recaídas.

  • Consecuencias del abuso y sobredosis

El abuso de metadona puede llevar a desarrollar tolerancia y dependencia física. Con el tiempo, el cuerpo puede acostumbrarse a la metadona, requiriendo dosis cada vez mayores para lograr el mismo efecto, lo que aumenta el riesgo de dependencia y abuso. Los síntomas de abstinencia, similares a los de otros opioides, incluyen temblores musculares, náuseas, diarreas, vómitos y espasmos abdominales, y pueden ser extremadamente incómodos y difíciles de manejar sin asistencia médica.

En cuanto a la sobredosis de metadona, se trata de un riesgo grave, especialmente en personas que abusan de otros narcóticos y recurren a la metadona debido a su disponibilidad. La metadona no produce el efecto eufórico de otras drogas, lo que puede llevar a consumos peligrosamente elevados en un intento de alcanzar ese efecto. La sobredosis de metadona puede resultar en pupilas dilatadas, depresión respiratoria severa, somnolencia, piel fría y húmeda, reducción del ritmo cardíaco y de la presión arterial, dificultad para despertarse, coma y muerte.

En casos de sobredosis, la naloxona es un medicamento de rescate insubstituible, que puede revertir los efectos mortales y su disponibilidad es imprescindible para salvar vidas en situación de peligro.

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